lunes, 24 de agosto de 2009

Un día en el parque.


En la banca se dice que no se contempla, se sugiere un árbol por cada dos personas que buscan conversación. En cada árbol se sostiene que el reloj marcará el inicio y también el fin de cualquier vida que ambos sostengan. Las bancas hablan por su cuenta y dicen que el espacio es únicamente para dos personas. No importa el tamaño de cada cual, cada cual decide su tamaño al fin y al cabo. El reloj no depende de las personas que se sometan, las horas dependen del reloj y la precisión de su tiempo. Las bancas llevan una a una los nombres de una vida sin escritura y cada nombre una insoportable ausencia. Un árbol que somete a un reloj, un árbol por cada nombre invisible, un nombre invisible por cada banca sobre tres puntos que dibujan los tres lados en la trama del parque. El tiempo de la conversación no admite ningún error, no admite cancelación o restitución de lo que se fue perdiendo en su transcurso. La pérdida o la tenencia corresponden al cuidado de cada palabra, de cada intercambio entre los afectos. Se dice que los que acudan a cada banca indistintamente seguirán los mandatos del nombre.


No hay libertad para el auxilio.


A.

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