martes, 25 de agosto de 2009

Alfonso y Mariel



Estábamos ahi, jugando con nuestras partes, cogiendo cada rincón en un cosquilleo jugoso.

quisiera que me dejes morder tus senos, quisiera convertirlos en una masa líquida y que mi vientre salte sobre tus muslos hasta que los dos nos rompamos los ojos de tanto llanto.

No sé si me lo concedas, 
si pueda convertir mi fuerza en una fuerza extranjera que inmovilice tu respiración, 
que se detenga sólo cuando el desaliento de nuestras rodillas termine por golpear el suelo. 
sólo así puedo recordarte, viéndote impávida y ruborizada, sin temor a que me escondas en el espejo, 
que el nombre de Claudia, de Alexandra o de Carmen se transforme en la excusa perfecta para que cada noche seas una mujer distinta.
La mujer que descuelga las piernas sobre los muros de mi casa, 
que bebe su angustia del opio o del sol, que me suplica por una puerta de la que jamás saldremos.

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